Podría sonar como el argumento de una película de suspenso, pero el último informe plantea serias dudas sobre el pulso del G7. En la próxima reunión en Kananaskis, Canadá, circulan dudas sobre si el bloque aún puede unirse en temas importantes. El comunicado conjunto tradicional está fuera de la mesa mientras el anfitrión, el primer ministro canadiense Mark Carney, trabaja arduamente para lograr algún éxito en temas que van desde la recuperación económica hasta desafíos como Ucrania, inteligencia artificial, cambio climático e incluso un conflicto latente entre Israel e Irán.
Entonces, si el G7 parece estar en soporte vital, ¿qué lo mató realmente? Mientras que algunas figuras señalan a Donald Trump—sugiriendo que mantuvo el arma humeante sobre desacuerdos en comercio, economía y más—la verdad es más profunda. Las raíces del G7 se remontan a la crisis de los años setenta. En ese entonces, EE.UU. era la potencia dominante, nacida de un enorme auge económico tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, las rápidas recuperaciones en países como Alemania y Japón debilitaron gradualmente el dominio estadounidense.
Los debates sobre el "privilegio exorbitante" del dólar estadounidense, las reacciones al conflicto de Vietnam y la demanda por un nuevo orden internacional contribuyeron a la transformación. Lo que alguna vez fue un símbolo de liderazgo unilateral evolucionó al modelo más amplio del G7, ya que EE.UU. se vio obligado a consultar con Alemania, Francia, Reino Unido, Japón, Italia y Canadá en nombre de la necesidad global.
Hoy en día, muchos se preguntan si el G7 se ha convertido en un bloque zombi: una institución aferrada a viejas prácticas a pesar de haber perdido su fuerza vital. La historia de su ascenso y declive gradual ofrece lecciones sobre cómo adaptarse al cambio global implacable. ¡Sigan atentos para más perspectivas mientras este capítulo de asuntos internacionales continúa desarrollándose!
Reference(s):
cgtn.com