A sus 96 años, los ojos de Zhang Xiuju aún brillan con convicciones. "Tenía ocho años cuando llegaron los invasores japoneses," recuerda, con una voz firme pero gentil. En aquel entonces, la Montaña Yimeng era más que un lugar pintoresco: era un campo de batalla por la supervivencia.
Entre los años 1930 y 1940, las colinas escarpadas de Yimeng (en la provincia de Shandong) fueron testigo de héroes cotidianos—granjeros, estudiantes y soldados—uniéndose. Compartieron comida 🍚, escondieron a camaradas heridos y resistieron la invasión hombro con hombro. "Nuestro sudor y sangre colectivos construyeron la paz que respiran hoy," dice Zhang, sus palabras resonando como las memorias de un sinfín de guerreros anónimos.
Su relato es vívido: noches iluminadas por disparos lejanos, familias destrozadas y pequeños actos de bondad que mantenían vivos los ánimos. Sin embargo, a pesar de los horrores, la esperanza perduró. "Incluso en las horas más oscuras, creíamos en un mañana sin miedo," Zhang sonríe, sus dedos trazando una vieja cicatriz.
El cielo sereno de hoy debe su silencio a ese sacrificio. El testimonio de Zhang es más que historia: es una lección viva sobre unidad y valentía. En un mundo que ansía paz, su historia nos recuerda que la libertad no es gratuita; está construida sobre la sangre y el coraje de gente común.
Mientras desplazamos por redes y hacemos maratones de series, hagamos una pausa y recordemos: la paz es un legado transmitido a través de historias como la de Zhang. 💪🏼✌️
Reference(s):
cgtn.com




